Federico Bert es Ingeniero Agrónomo, Doctor en Ciencias Agropecuarias, productor agropecuario y emprendedor. Además fue becario doctoral del CONICET y realizó investigaciones sobre variabilidad, cambio climático, hidrología, uso del suelo y toma de decisiones. Dialogamos con él sobre la disponibilidad de información para el sector agropecuario y el camino por recorrer para responder mejor a las sequías.
CRC-SAS: En este momento, ¿cuál es la situación en el centro y litoral de Argentina respecto de déficits de precipitación?
FB: Lamentablemente, las precipitaciones han estado por debajo de lo normal en el último tiempo y eso generó condiciones de sequía -en algunos casos muy intensa- en una gran área de nuestro país, principalmente en regiones que tienen una actividad productiva agropecuaria muy importante. En los últimos días de agosto hubo lluvias que trajeron un alivio parcial, porque en algunas regiones alcanzaron como para recuperar condiciones normales, pero en otras no. Las condiciones de sequía impactan de manera negativa en los cultivos que en este momento están creciendo en el campo –cultivos de invierno, principalmente trigo, cebada, arveja y otros-. En función de lo que he hablado con productores y asesores, ya veían impactos negativos de esa falta de lluvia, que a su vez de sumaban a las condiciones de frío intenso que se presentaron en algunos días de agosto y que deterioraron un poco más esos cultivos.
CRC-SAS: ¿Cómo afecta a los productores la condición actual de sequía en la región?
FB: Las condiciones actuales de sequía se combinan con una posibilidad bastante cierta de que transitemos una fase La Niña del fenómeno El Niño-Oscilación del Sur (ENOS). La estadística nos muestra que generalmente en las fases La Niña del ENOS llueve menos en octubre-noviembre y diciembre en la Pampa húmeda, que es un momento muy importante para el crecimiento de muchos cultivos en Argentina. Entonces, lo que afecta las expectativas y el ánimo de los productores es la combinación entre las condiciones de sequía que persisten en algunas regiones con la posibilidad relativamente cierta de que las lluvias estén por debajo de lo normal en los meses que se vienen. Esas lluvias son importantes para muchos cultivos –soja, maíz, girasol y sorgo-; importantes para el sector agropecuario y para la economía del país.
CRC-SAS: -¿Qué tipo de decisiones se toman en función de si se inicia un ciclo de cultivo con humedad en el suelo o una situación de sequía?
FB: Afortunadamente el productor puede “tocar algunas perillas” para atenuar el impacto que puede tener una eventual sequía. Lo primero que algunos productores hacen es mirar más de un tipo de información. Miran cómo evolucionaron las condiciones recientemente, qué dice el pronóstico climático, y además de eso, analizan cuánta agua tienen almacenada en el suelo de las parcelas que van a cultivar. El suelo almacena agua de lluvias pasadas. Esa agua almacenada –que puede estar en el suelo o en una napa- puede ser de mucha utilidad en situaciones de déficit.
En función de toda esa información el productor toma decisiones. Por ejemplo, puede decidir si siembra más temprano o más tarde; si usa más o menos densidad de siembra; si se inclina hacia variedades o genética que tolera más o menos las condiciones de sequía; si diseña movimiento de ganado y pastoreo de ganado de manera tal que no le falte alimento si la producción de pasto está afectada por la sequía.
Un ejemplo muy concreto: el productor agropecuario puede sembrar el maíz cuando inicia la primavera o cuando comienza el verano. Ambas son posibles. Si lo que tengo enfrente es la posibilidad de que ocurra una Niña, y por lo tanto, que llueva menos en noviembre y diciembre, que es cuando el maíz define rindes, lo que muchos productores hacen es sembrar gran parte de su maíz más tarde. Con esa alternativa escapan a esa condición adversa de la Niña.
CRC-SAS: ¿Crees que los productores tienen acceso a toda la información disponible en los distintos organismos científico-tecnológicos?
FB: Desde los inicios de la agricultura, hace 10 mil años, el productor tuvo que convivir con la variabilidad climática y fue adaptándose a eso. Creo que hemos aprendido mucho. A su vez, hemos tenido la suerte de que ha habido mucho desarrollo de información útil para tomar decisiones, a través de organismos como el Servicio Meteorológico Nacional de Argentina o el Centro Regional del Clima para el Sur de América del Sur, entre otros. Entonces, la mitad del vaso lleno es que hoy estamos mucho mejor que hace 10 o 15 años, porque hay más y mejor información climática para tomar decisiones. Y a su vez hay más conciencia y capacidades por parte de los productores para usar toda esa información disponible.
La mitad del vaso vacío es que hay mucha más información de la que realmente usamos; y por otro lado hay necesidades por parte de los productores que no están completamente satisfechas con la información que existe o es posible producir, entonces todavía hay mucho espacio para un trabajo más colaborativo, para un diálogo más profundo, incluso para un codesarrollo de información y uso de esa información climática en la toma de decisiones. Hay más espacio para que se dé ese círculo virtuoso en el cual un productor plantea sus necesidades; quien tiene la capacidad de desarrollar esa información la desarrolla (si es posible) o la adapta de acuerdo a esas necesidades, y así, esa información será más fácil de usar.
CRC-SAS: En términos de sequía, ¿cómo está Argentina preparada para responder al fenómeno?
FB: La sequía es lo que más preocupa a los productores. Cuando la sequía es intensa disminuyen mucho sus rendimientos y sus ingresos. Las sequías intensas suelen ser expandidas en el territorio y afectan a mucha gente, familias, productores y economías regionales. Yo creo que tenemos elementos para amortiguar el impacto de una sequía en distintos niveles, pero [estos elementos] nunca son suficientes cuando las sequías son muy fuertes. Por ejemplo, el productor hoy en día tiene mucha información para usar, sabe modificar decisiones en función de eso. Pero faltan algunas cosas, por ejemplo la posibilidad de tener más seguros que nos cubran ante sequías o inundaciones – además de los seguros contra heladas y granizos, que son los que más se usan-. Podríamos tener políticas específicamente orientadas para que un productor no muera en el intento con una sequía; pensar cómo hacemos para que una sequía no deje fuera de juego a productores que son competitivos, que le agregan competitividad a la economía y cuya vida depende es eso. Entonces todavía queda camino por recorrer.