La Organización Meteorológica Mundial publicó el reporte “El estado del clima en América Latina y el Caribe 2021”. Las megasequías registradas en el sur del continente, el retroceso de los glaciares, los fenómenos meteorológicos extremos y la deforestación son algunos de los indicadores que afectan a la región y requieren un abordaje coordinado e integral.

 

Por segundo año, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) presentó este informe que tiene como objetivo proporcionar información de carácter regional que informe a las instancias decisorias de cada país a la hora de tomar medidas relacionadas con la prevención, mitigación y adaptación al cambio climático en América Latina y el Caribe. “El estado del clima en América Latina y el Caribe 2021” se dio a conocer en el marco de la conferencia técnica regional para América del Sur organizada por la OMM en Cartagena de Indias, Colombia. Allí se hizo hincapié en que el agravamiento de los efectos del cambio climático, combinado con los efectos de la pandemia de COVID-19, ha provocado serios impactos en la productividad de los ecosistemas de la región, atentando contra la seguridad hídrica y alimentaria de las poblaciones tanto rurales como urbanas.

En un contexto climático mundial en donde el año 2021 se ubicó entre el quinto y el séptimo año más cálido jamás registrado, la tendencia al calentamiento en América Latina y el Caribe continuó, de acuerdo al informe. Así, la tasa media de aumento de las temperaturas en dicha región fue de aproximadamente 0,2 °C por década entre 1991 y 2021, frente a los 0,1 °C por década registrados entre 1961 y 1990.

Más específicamente, en Sudamérica se consignaron alzas con valores por encima de los normales, con temperaturas de 1 °C y 2 °C superiores en el noreste de Brasil, Colombia, el centro de Brasil, el centro de Chile y el centro y sur de Argentina. Aumentos de 0,5°C también se produjeron en la Amazonia central, el norte de Argentina, el Paraguay y el Perú. También se observaron anomalías negativas en las temperaturas registradas en el extremo norte de la República Bolivariana de Venezuela, Guyana, el noreste de Chile, el oeste del Uruguay y el extremo norte de Brasil.

En lo referido a las sequías, la denominada “megasequía” que se desarrolla en la región central de Chile prosiguió en 2021, convirtiéndose en la más larga registrada con 13 años de duración a la fecha. Estos resultados colocan a este país a la cabeza de la crisis del agua de la región, y de acuerdo al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en su sexto informe AR6, existe “un nivel de confianza medio en que la tendencia al aumento de la sequedad en el centro de Chile y las graves sequías en el suroeste de América del Sur puedan atribuirse a la influencia humana”.

Por otra parte, el informe de la OMM señala que la sequía que tuvo lugar en la cuenca del Plata se ha convertido en la peor desde 1944, afectando Argentina, al centro-sur de Brasil, a partes del Paraguay y a Bolivia. El caudal de los ríos Paraguay y Paraná disminuyó considerablemente debido a la reducción de precipitación notoria desde 2019 (ver Figura 14), principalmente en la parte alta de la cuenca, situación que afecta y pone en peligro a múltiples sectores tales como la agricultura, la navegación fluvial, el abastecimiento de agua y la generación de energía hidroeléctrica, y aumenta el riesgo de incendios forestales en la región del Pantanal. Como resultado, Argentina, Brasil y Paraguay declararon emergencias oficiales por sequía durante el 2021.​

 

Reunión Grupo de Trabajo Monitoreo y Pronóstico

 

Impactos socioeconómicos

La pandemia de COVID-19 continuó jugando un rol en 2021, con una afectación negativa para las economías de los países de la región, especialmente el Caribe. El informe señala que el efecto combinado de la pandemia y los peligros hidrometeorológicos “contribuyeron a ralentizar el progreso hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), especialmente los Objetivos 1 y 2, fin de la pobreza y hambre cero”.

Específicamente para América del Sur, fenómenos tales como la escasez de precipitaciones produjeron daños a la agricultura y una merma en las cosechas de soja y maíz. A nivel continental, el documento de la OMM estima que en el conjunto de América del Sur, “las condiciones de sequía provocaron un descenso del 2,6 % en la cosecha de cereales de 2020/2021 con respecto a la temporada anterior”.

El informe destaca que según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se produjeron cambios en la temporada de siembra en Chile, Brasil, Uruguay y Paraguay, todo ello a consecuencia de la baja en las precipitaciones durante el último trimestre de 2021. Estos cambios en la distribución de la precipitación se debieron, en parte, a La Niña, provocando menores perspectivas de producción de soja en Sudamérica “que contribuyen al fuerte aumento del índice de precios de la FAO para hortalizas”.

Mientras tanto, los cultivos de verano en Brasil se vieron afectados gravemente por la falta de lluvia y las heladas durante las etapas críticas de crecimiento. Y en Paraguay “las previsiones de producción de soja para 2020/2021 se redujeron de 10 millones de toneladas a unos 8 millones”, consideró el documento de la OMM.

En Argentina, el rendimiento de cultivos como la soja disminuyó en un 11% con respecto a la campaña de 2019/2020, como consecuencia de las escasas precipitaciones de febrero y marzo de 2021, período en donde se define el rendimiento de este cultivo.

José Marengo es Director del Centro Nacional de Monitoramento e Alertas de Desastres Naturais (CEMADEN) y señala: “A partir del informe de la OMM, los servicios meteorológicos y organismos de los países de la región están desarrollando metodologías para el monitoreo y la predicción de sequías con aplicaciones en la agricultura y energía”. En ese sentido, considera que el SISSA “tiene una oportunidad excelente, por cuanto puede trabajar con las regiones donde la matriz energética es básicamente agua, como lo es el sur de América del Sur en donde Brasil y Argentina, actualmente están pasando por una situación de sequía”.

Incendios y olas de calor

Otras cifras del reporte indican que las tasas de deforestación en la zona de la pluriselva amazónica fueron las más elevadas desde 2009, perjudicando las iniciativas de mitigación del cambio climático. Incendios forestales tuvieron lugar en 2021 en muchas regiones de América del Sur, y si bien los valores registrados muestran una reducción cercana al 50% de estos eventos con respecto a 2020, el 2021 continúa siendo el segundo año desde 2012 con una mayor superficie quemada (ver Figura 15). En países como Brasil los incendios forestales de origen natural -causados por la caída de rayos- son poco frecuentes, y la mayoría de ellos se relaciona con la actividad humana asociada a la deforestación y al cambio en el uso de la tierra. Estos se propagan rápidamente, debido a la sequedad del aire y suelo y las altas temperaturas.

Asimismo, en muchas partes de la región de América Latina y el Caribe tuvieron lugar olas de calor de variada intensidad. Solo por citar algunos ejemplos, en la Argentina, varios lugares registraron en el 2021 condiciones de ola de calor de 6 a 8 días seguidos, mientras que en el centro-oeste del Brasil, en agosto de 2021, se registraron temperaturas excepcionalmente altas durante varios días, con reducción crítica en los niveles de humedad.

Por su parte, Chile consignó unos 18 episodios de olas de calor a lo largo del año, algunos de ellos fueron muy intensos en distintas regiones del país. Y Paraguay sufrió una ola de calor del 18 al 20 de septiembre.​

 

SISSA Reunión

 

Herramientas para enfrentar la sequía

A la luz de todos estos indicadores la OMM considera a la región –y en particular al sur de Sudamérica– como una de las más necesitadas de fortalecer e implementar sistemas conjuntos que permitan coordinar las alertas tempranas. Estas herramientas son esenciales para lograr una adaptación efectiva en zonas con riesgo de sufrir fenómenos extremos. En cuanto a las sequías, estas representan un desafío social, ambiental, económico e institucional. La planificación, la preparación para reducir sus impactos y la coordinación entre las instituciones son fundamentales para reducir el riesgo de desastre. Para ello son necesarios datos, herramientas de análisis e información sobre el estado presente de la sequía; predicciones o perspectivas sobre su inicio, evolución y finalización; y una comprensión de la naturaleza y magnitud de los impactos.

El Centro Regional del Clima para el sur de América del Sur (CRC-SAS), a través de su Proyecto SISSA (Sistema de Información sobre Sequías para el Sur de Sudamérica), desarrolla y pone a disposición diferentes herramientas como mapas y visualizaciones útiles para monitorear el estado actual e histórico de la sequía. Esta información se convierte en un insumo clave a la hora de anticipar los impactos esperables en sectores económicos y comunidades.

En ese sentido, Marengo considera que “las herramientas del SISSA junto con las que los países y sus institutos desarrollan pueden ser de gran necesidad y aplicación para las actividades de los productores. Lo ideal es aunar esfuerzos y realizar una evaluación de impactos, porque los centros hacen monitoreo de sequías utilizando diferentes índices, y a través del SISSA se pueden llegar a resultados comunes y más organizados». El director del CEMADEN concluye que “la coordinación regional es importantísima, y el SISSA puede y debe seguir trabajando para llevar adelante ese rol”.

El SISSA fomenta la planificación y preparación anterior a los eventos de sequía, de manera de mitigar sus daños, aumentar la resiliencia y reducir la vulnerabilidad, reemplazando las acciones posteriores por un enfoque proactivo. De esta manera, gobiernos, instituciones no gubernamentales y privadas, e individuos, tienen la posibilidad de monitorear y predecir la ocurrencia de sequías; anticipar los impactos esperables en sectores económicos y comunidades; y fomentar la planificación y preparación anterior a la ocurrencia de un evento, evitando así que se convierta en un desastre.